Últimamente las preocupaciones por mantener a flote la pequeña empresa que formamos Francisca y yo (que después de tres años no ha conseguido aún convertirnos en mileuristas) me han quitado las ganas de escribir. Espero que sea algo pasajero.
Sigo disfrutando, no obstante, con la lectura. Libros, periódicos y los blogs de los demás. Me sorprende la cantidad de faltas de ortografía que se cuelan en los blogs. Y no me refiero a las erratas o despistes - somos muchos los que escribimos a las tantas de la madrugada - sino a esas bes en lugar de ves que parecen escupirte a la cara cuando aparecen repetidamente en un texto y que me llevan inmediatamente a perder interés en lo que allí se cuenta. Anoche, después de leer que alguien hechaba unas risas con los amigos cuando estaba echa un lío, me acordé de este breve cuento de la escritora mejicana Ángeles Mastretta.
ORTOGRAFÍA (del libro "Maridos")
Al fin, su marido se cansó de quedar bien con ella y se fue a quedar bien con alguien más.
Los primeros días Ofelia sintió la soledad como un cuchillo y se tuvo tanta pena que andaba por la casa a ratos ruborizada y a ratos pálida. Luego se hizo al ánimo de aceptar que el hombre de toda su vida se hubiera sentido con tiempo para iniciar otra vida en otra parte y hasta le pareció conmovedor haberse casado con alguien a quien los años le alcanzaban para tanto.
Pensando en eso anduvo por la casa poniendo en orden el desorden, buscando otro modo de ver el mundo, para empezar, por desde donde iba a verlo.
Un día cambió los cuadros de pared, otro regaló sillas del comedor que de tanto ser modernas pasaron de moda. Luego mandó su colchón grande a un asilo en el que dormirían dos viejitos aún enamorados y se compró una cama sobria y en paz con su nueva vida.Al último arremetió contra su sala, segura de que urgía cambiar la tela de los sillones.
El tapicero llegó al mismo tiempo en que le entregaron por escrito la petición formal de divorcio. La puso a un lado para pensar en cosas más tangibles que el desamor en ocho letras. Trajinó en un muestrario buscando un color nuevo y cuando se decidió por el verde pálido el tapicero llamó a dos ayudantes que levantaron los muebles rumbo al taller.
Junto con ese ajuar se iba el paisaje que había reinado en su casa los pasados diez años. Ofelia los vio irse y siguió con la mirada el rastro de cositas que iban saliendo de entre los cojines: un botón, dos alfileres, una pluma que ya no pintaba, unas llaves de quién sabe dónde, un boleto de Bellas Artes que nunca encontraron a tiempo para llegar a la función, el rabo de unos anteojos, dos almendras que fueron botana y un papelito color de rosa, doblado en cuatro, que Ofelia recogió con el mismo sosiego con que había ido recogiendo los demás triques.
Lo desdobló. Tenía escrito un recado con letras grandes e imprecisas que decía: Corazón: has lo que lo que tu quieras, lo que mas quieras, has lo que tu decidas, has lo que mas te convenga, has lo que sientas mejor para todos .
¿Has? , dijo Ofelia en voz alta. ¿Su marido se había ido con una mujer que escribía haz de hacer como has de haber? ¿Con una que no le ponía el acento a tú el pronombre y lo volvía tu el adjetivo? ¿Con alguien capaz de confundir el más de cantidad con el mas de no obstante?
La ortografía es una forma sutil de la elegancia de alma, quien no la tiene puede vivir en donde se le dé la gana.
Según el pliego que debía firmar, la causa del divorcio era incompatibilidad de caracteres. «Nada más cierto», pensó ella. «La ortografía es carácter». Firmó.
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miércoles, 4 de marzo de 2009
ORTOGRAFÍA
Posted by
PATSY SCOTT
at
20:47
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Labels: Ángeles Mastretta, Ortografía
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