Foto: "La concierge aux lunettes rue Jacob" de Robert Doisneau
En el edificio en que vivíamos anteriormente trabaja una portera que es uno de esos personajes que con un poco de suerte, el portero eléctrico acabará desterrando de la faz de la tierra.
Lleva en la portería de la casa muchos años, y es una mujer cincuentona de aspecto francés y trato agradable, que consiguió, de tan amable que era, convertir las entradas y salidas del edificio en una auténtica tortura.
Conocía, como cualquier portera que se precie, vida y milagro de toda la vecindad. Hacía de espía del propietario y tenía llaves de todos los pisos alquilados, de los cuales entraba y salía como Pedro por su casa.
No era posible pasar por delante de la garita con un simple "Buenos días" - siempre había algún sobre que no cabía en el buzón, algún problema en el edificio que debía comentar, o peor aún, alguna braga o calcetín que se había caído del tendedero al patio cuyo dueño tenía que identificar. Y si no había nada, se inventaba algo al tiempo que te cogía de la manga, cerrándote el paso con la fregona e impidiéndote la huida.
Tenía buen oído y sabía distinguir por el sonido del ascensor, de qué piso era el vecino que bajaba, preparándose así para interceptarlo con algo oportuno.
Se tomaba sus funciones muy en serio, y tenía impresos unos carteles que colgaba en el cristal de la puerta de la garita cuando tenía que salir. Estos carteles, escritos en tercera persona, contenían información que acabaría resultándonos muy útil.
A primeros de mes:
LA PORTERA ESTÁ EN EL BANCO
(sabías que podías entrar y salir tranquila porque se tiraba allí toda la mañana)
ocasionalmente:
LA PORTERA ESTÁ EN EL MÉDICO
(ídem)
a primera hora de la mañana:
LA PORTERA ESTÁ EN LA ESCALERA
(aquí tenías que tener cuidado, salir de puntillas y rogar que no estuviera limpiando la segunda o tercera planta, porque si te oía bajar, no sé cómo lo hacía, pero llegaba a la planta baja antes que el ascensor y te abría la puerta)
alguna tarde:
LA PORTERA ESTÁ EN EL DENTISTA
(lo cual era bueno porque luego no podía pronunciar palabra)
LA PORTERA VUELVE ENSEGUIDA
(¡y tan enseguida que tenías que correr si querías volver a entrar antes de que regresara! )
Los sábados y domingos, en que libraba:
LA PORTERA ESTÁ EN SU CASA
(pero con la antena puesta,porque en cuanto abrías o cerrabas el ascensor, asomaba)
y el mejor de todos:
LA PORTERA NO ESTÁ - así, sin más
(esto te daba una falsa sensación de seguridad, porque en realidad tenía el don de la ubicuidad y como sacaba al perro, o iba a hacer la compra o a pasear - todo ello dos manzanas arriba, dos manzanas abajo, te la podías tropezar en cualquier esquina).
Lo peor era cuando tenías que salir y ella acababa de sacar la basura. Como bajaba los cubos en el ascensor, dejando detrás un pestazo importante, no permitía que subieras hasta haber rociado el ascensor de arriba abajo con un spray - luego, una vez dentro y sin escapatoria posible, te rociaba a tí también, para que llegaras bien perfumadita a casa.
Llegó un momento en que no bajaba a la calle si no era estrictamente necesario. Y aún hoy, cuando voy por la zona a visitar a mi madre, no falla - rara es la vez que no me pilla en cuanto doy la vuelta a la esquina. Me estampa dos besos e intenta dirigirme hacia su garita - pero ya no le valen los trucos del perfume o el calcetín y ahora echo a correr como una posesa y me meto en el primer bar que veo hasta que se la traga el portal.
¡Impagable lo de vivir a ras de calle, sin portera ni perro que me ladre!