viernes, 17 de octubre de 2008

LA BICICLETA


Gracias a Sharkov Andrey por la preciosa foto de la bici en Estocolmo.

La publicación del post "Tiro Por la Espalda" del blog de Maikix, me ha llevado a darle vueltas a una idea que aún no tengo suficientemente clara, pero que me gustaría exponer aquí:

A medida que pasan los años, van en aumento las decepciones, traiciones y deslealtades de la gente que creíamos cercana. Seguramente porque de ellos esperamos demasiado, lo esperamos todo - de hecho, les abrimos sin reserva el corazón, las vísceras y hasta el alma. De vez en cuando conviene recordar que sólo las madres - y no siempre -( y en ocasiones los padres), son incondicionales en su cariño, en su confianza, y en su lealtad. Llegamos a la madurez con el alma llena de media suelas. Y aún así, la traición siempre sorprende y nos hace daño.

Tal vez sea uno de los aspectos de la vida más difíciles de digerir, pero me ha dado por pensar que podría obedecer a una especie de orden natural de las cosas que nos obliga a mirar más allá de nuestro círculo más próximo. Que es un recordatorio de que el mundo es mucho más que nuestra pareja, nuestros amigos, nuestra familia o nuestros compañeros de trabajo.

Hace un par de semanas me robaron la bicicleta del patio de vecinos de mi casa. Unos días más tarde, un vecino a quien no conocía de nada y quien por lo visto se había enterado del incidente, me tocó el timbre trayéndome de regalo una preciosa bicicleta blanca. La había encontrado en un contenedor y pensó que me podría valer. Me dejó sin palabras y sólo fuí capaz de agradecérselo estampándole dos besos.

Los gestos que más me han llegado al alma han venido casi siempre de la mano de un extraño. Y fue precisamente lo inesperado del gesto lo que más me conmovió consiguiendo, en cada ocasión, reforzar mi optimismo con respecto al ser humano - hay gente que va como Maikix con el lirio en la mano - y no esconde en el puño nada.

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1 comentario:

maikix dijo...

Por muy fuertes que nos creamos, necesitamos contar con puntos de apoyo, que generalmente encontramos (quizá, inconscientemente, exigimos, y de ahí el fallo), en las personas más cercanas. Cuando nos fallan nos tambaleamos, porque la traición no entra en nuestras expectativas. De la misma manera, en el otro extremo, si un extraño nos muestra esa lealtad o una generosidad que no hemos pedido, nos sorprende enormemente y nos reconcilia con el género humano.
Un abrazo.

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